Aparecen en toda historia. No las mencionan en akellas ke, al final, son contadas, las épicas y emocionantes, las llamadas a circular “de boca en boca” , a ser consumidas por miles de ánimos inkietos, las ke tienen por vocación turbarnos, asombrarnos.
Pero siempre brotan las pekeñas venganzas, los agravios y las ofensas ke, dolidos, no dejamos pasar.
Pueden comenzar por una pekeñez, de la nada, por una llamada olvidada, un gesto extraviado, un malentendido, cualkier cosa... pero enseguida crece la bola, hasta llegar a configurar, a trastocar, a convertirse en la clave con la ke interpretaremos cada llamada, cada gesto.
Es entonces cuando perdemos y nos kedamos solos, errantes condenados, obligados a buscar con kien sustituir a nuestra preciada pérdida.
A veces tiene uno cita con el presente y el pasado, en el ke lo dicho y lo callado se hayan presentes de una manera más real, incluso ke nosotros mismos, en el ke la lealtad y el silencio tienen un valor ilimitado y ke ponen a prueba, una vez más, la inmemorial soledad a la ke estamos malditos.